Neuschwanstein y Linderhof son los dos palacios más conocidos del rey bávaro Luis II. Neuschwanstein, la creación más famosa de este legendario personaje fue concebido como un castillo de fantasía; pretendía ser “el castillo más medieval de todos los castillos medievales de Europa”. Lo que logró fue un fantástico castillo de cuentos de hadas; su interior es aún más fantástico, casi tanto como la vida de quien lo construyó.
El Palacio de Linderhof es el único de todos los castillos que el Rey Luis II de Baviera mandó construir, que vio finalizado, y que se convirtió en su hogar durante unos 7 años (en contraposición a los 172 días que pasó en Neuschwanstein). Fue la respuesta de Luis II a la extravagancia de Versalles; este pequeño pero lujosísimo palacio fue el refugio de este incomprendido pero querido “rey loco”.
En sus alrededores también existen algunos de los lugares más pintorescos de las montañas bávaras como Oberammergau, un pueblo famoso por sus casas de fachadas ricamente pintadas; o Ettal, una impresionante basílica barroca en las montañas, entre otros.